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domingo, 27 de julio de 2014

Recuerdos de Ámsterdam

Ámsterdam es una de esas ciudades con encanto, de esas de las que te quedarías allí por el resto de tu vida. Hoy es mi última tarde y aún no se cómo no estoy llorando de lo tanto que echaré de menos este lugar. De las ciudades que nunca duermen, de cómo los tranvías y las bicicletas mantienen vivo este sitio. ¿Qué mejor cosa que ir y perderse por Ámsterdam? Cruzar los canales en un barco, o cruzarlos por los puentes, sentir el aroma del pequeño jardín de flores que siempre cuelga de éste, simplemente vuelves a brillar. Todo es un pequeño mundo en el que los afortunados habitantes de Ámsterdam pueden disfrutar. La personalidad de la gente, su forma de vestir, ese estilo hipster tan rebelde y aventurero que siempre llevan, no falten gafas a lo Lennon o un aroma de marihuana que dejan al pasar al lado tuya. Es imposible no enamorarte profundamente de las casas al lado de los canales, de ladrillos y con grandes ventanales, prácticamente todo lleno de moho. Existen carriles para coches y para bicicletas, en los que adornan dos columnas de metal a cada lado de los que cuelgan farolas, lo que da un aspecto urbano que combina con la rebeldía de sus jóvenes habitantes. Es una ciudad llena de vida, en la que siempre haces lo que quieras y como quieras. Incluso los suburbios de este lugar consiguen su encanto. Las tiendecitas de venta de souvenirs de marihuana, los graffitis bajo los puentes, el agua verde estancada de los ríos, los altos y frondosos árboles que hacen sombra...



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